sábado, 26 de septiembre de 2009

Lalala

Tirabuzones. Saltan, pelo brillante. El tirante de un sujetador, encaje dentado. Azul, rosa, verde. Y ahí estás tú, detrás de todo ese maquillaje, ahí estás tú. Casi ni se te ve, pero puedo jurar que ahí estás tú. ¿Cómo puedo jurarlo?, ¿por qué puedo pregonarlo? Bueno, tú me dejaste verte detrás de todo ese polvo blanco.

Limusinas, quizás, de mil colores diferentes. Un paseo por el centro, caballos. Inocencia, quizás sólo fingida, ya onírica. Anhelos, disfrazados de sueños. Y ahí estás tú, detrás la cortina, sonriendo.

Caballero servicial, recoge su abrigo, aparta su silla. Mujer, muchacha, niña. ¿Qué eres tú, damisela? A través del espejo, desnuda, viajas como Alicia. Pero cuando caes a través del túnel ya te has convertido en ti de nuevo, corrompida y sucia. Copas que tintinean, champán. Se oye tu voz, dices: «Es sólo que a veces te echo de menos un poco más de lo normal... ».

Cartas de amor impregnadas de perfume, palabras, tinta negra. La plume me frôle. Deseo, ternura, unas medias bajándose. Y aquí estoy yo, soy la mano que te desnuda, los labios que te besan, el puñal que lentamente te atraviesa penetrando en ti., en tu corazón. Tú, y sólo tú, me has dejado entrar aquí.

« Te quiero, mi vida, te quiero... », dices entre besos. Y yo sigo aquí, sonrío, finjo, actúo... Y yo soy feliz. Chocolate, fresas, nata, azúcar. Formas imposibles, vestidos idílicos. Café, canela, humo de un cigarro. Violines chillando de madrugada, y tu dedo en mis labios al alba. ¿Qué fue de tu viejo perfume a la vainilla, querida?

Un paseo en barca, nenúfares. «Recuerdo cuando decías que estabas lleno de amor para mí». Risas, caricias, una sombrilla se ha caído al agua. Revuelo de faldas, mi mano en tu muslo. Dices que quieres ver la luna, fundiéndose con el agua. Espera, recato, miradas furtivas. Una gota de sudor cayendo por mi frente, tus labios en mi cuello. Te quiero.

Desnudos, juntos. Duermes. Eché de menos tu piel. Sonríes, como si me leyeses los pensamientos. Flashes, poses, portes. You are my one and lonely. Bebemos té, en la cama. Jugamos al póquer, escuchamos jazz. Reímos, te disfrazas de estrella de cine y saludas por la ventana.

Duermes en el asiento de detrás del coche, envuelta en mi abrigo, tu manta favorita. Fly me to the moon and let me sing among those stars... Desde la ventanilla veo mil parques distintos, todos con los mismos idénticos bancos vacíos, tan lacónicos y tristes. ¿Te acuerdas cuando soñabas con ser la bailarina de las treinta y dos piruetas sobre una misma pierna, cherie? Yo sólo era el chico con el ramo gigante de rosas rojas, en tu camerino.

Ojos verdes, gafas de sol con montura blanca. Era una maldita pin-up, y por eso nos encantas. Princesita de un reino de braguetazos, querida, tu lánguida inocencia nos echará a perder a todos.

Uñas pintadas, carmín, pulseras de nácar que hacen ruido cuando mueves la muñeca. Nunca te gustaron los collares de perlas, eso es cosa de las mujeres mayores. Bebes vodka con zumo de arándanos en copas infinitas, y chocas la lengua contra el paladar, recostada en el diván. Yo sólo te miro, desde la cama. Eres la reina de la frivolidad y de los castillos en el aire, y eso nunca me ha gustado tanto como ahora.

Hablas de diamantes como si entendieses el verdadero valor del dinero, y planeas fiestas a bordo de un crucero. Te ríes, te disfrazas como si estuvieses en los carnavales de Venecia y me agarras de la muñeca. Giras, echas hacia atrás la cabeza, te sacudes el pelo.

Fascinas, seduces, nunca te dejas seducir. Enseñas descarada la rodilla, e ideas un nuevo modo de que un lápiz ruede sobre el suelo de mármol del hall. Tacones que hacen ruido sobre el suelo, suena el teléfono. Francés con acento de Escocia, sólo eres una chica de pueblo. Cubertería de plata, cristales nuevos para las ventanas dobles del balcón, y un cuadro que viste en un museo de Praga, ¿por qué no?

Y aquí estoy yo, en el noveno piso del edificio número tres de la quinta, o quizás la cuarta, avenida. Toco el piano, y tus palabras resuenan en mi cabeza. «Estaré dándome un baño, cariño. Que no se te olvide cerrar el gas».

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