viernes, 1 de mayo de 2009

Lo-li-ta


Lo-li-ta

Lolita. Lolita. Lolita, Lolita, Lolita. Repítase lo mismo hasta llenar la página. ¡Lolita! y Nabokov. Su padre, su creador... ¡Enfrascó el mito! Tierna Lolita... ¿Dónde estarás, Lolita?, ¿estarás ya muerta, o sigues viva como mito en el seno de todas esas jóvenes (tantas jóvenes) que te imitan? ¡Viva tú!, ¡viva tu todo!, ¡viva tu falsedad! ¿Te escondes tras esas gafas, dándote grandes aires de mujer segura?
Y sin embargo, hay tantas Lolitas... Y sin embargo, puedo ser tan Lolita... Y lo soy. No, no lo soy. ¿Cómo voy a serlo? ¡Sería una gran contradiccion! Mi todo, mi yo, mi nada, mi absurda presencia, mi carisma demolida (y dolida), mi carisma atrasada, mi carisma muerta, yo muerta, nada vivo. Pero nada sigue vivo, y nada me busca. Nada me encuentra, en un callejón sin salida. Nada se muere de miedo. Nada se muere de dolor, y esto queda como un pie de foto de aquella película inspirada en la tormentosa relación allá por los años '50 de un padrastro con su hijastra (mucho, mucho menor, casi ni adolescente). Sí, tormentosa relación de sexo en moteles, quién seduce a quién, cómo seduce a quién, ¡cómo seduce a Como! Corre, que te como. No, no estoy borracha. Sólo un poco. Miento, sólo nada. ¿Cómo voy a estar borracha a las 16:13 de la tarde? Ni siquiera yo he caído tan bajo.
No, no he caído tan bajo. Sólo he caído. ¿Tan díficil es de comprender? Y si me preguntas si soy feliz... Sï. Hoy sé qué contestar. Hoy sé qué pregonar. Hoy sé qué gritar a los cuatro (o cinco, o seis) vientos. ¡Sí! ¡Soy feliz! ¡Viva la Vida (publicito a Coldplay, ya de paso), viva el amor! Y viva yo.
Amén.

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